2 grandes

Escuchamos un Beethoven romántico, ora melancólico, ora portentoso. Inconexos sonidos encuentran orden bajo la batuta del gran músico alemán. Es casí mágica la forma en que su obra nos contagia con una inmensa cantidad de sentimietos;un vivace, allegreto, presto y finalmente un allegro con brio, sublime sensación.

Su partitura es capáz de exaltarnos, de conmovernos, de enternecernos. La música palpita en el corazón del genio, fluye por su sangre, inunda su pluma, mueve su batuta, nos mueve el corazón y despierta el alma.

Quizá comparar a dos grandes músicos sea un error; más me parece menester contrastar la melancolía de Beethoven con el portento y poderío de Wagner.

Uno no puede mas que quedarse perplejo ante la fantástica overtura del Tannhäuser, temblar ante la cabalgata de las valquirias, derramar algunas lágrimas de gozo al escuchar el coro de los peregrinos y sentir cierta impotencia a tener al enemigo en casa como Tristan e Isolda.

Ambos maestros tienen obras de magnitud titánica; sin embargo Wagner comentó sobre la 7a sinfonía de Beethoven: "El movimiento rítmico celebra su propia orgía", no puedo más al leer este comentario que imaginar a Beethoven dirigiendo en ese momento el 4to movimiento de su 9a sinfonía.